En sí misma, la música es un cosmos infinito. Un universo poblado de planetas sonoros, cada uno con formas musicales distintas que, cuando se unen, provocan un auténtico big bang de belleza y emoción, capaz de iluminar hasta el día más gris. Eso fue lo que ocurrió en una fresca y agradable noche de agosto en el Patio de Armas del Castillo de Requena (Valencia). La Orquesta Filarmónica de la localidad, bajo la batuta del maestro Francisco Melero, y el multiinstrumentista Abraham Cupeiro, guiaron al público en un viaje sonoro a través de los continentes, cuando la Tierra aún era un único bloque bajo el nombre de Pangea. Gracias a antiguos instrumentos -algunos recuperados, otros reconstruidos por el propio Cupeiro-, el concierto nos transportó a sonoridades étnicas y tribales: desde África hasta Armenia, pasando por Arabia, América o el universo celta. Todo ello envuelto en un mensaje poderoso: la música como lenguaje universal, capaz de borrar fronteras, unir corazones y hacer que la armonía reine entre las almas. Abraham Cupeiro, musicólogo, investigador y multiinstrumentista, es ante todo un músico con mayúsculas. Su talento lo ha llevado incluso a participar en la banda sonora de Gladiator II, donde interpretó pasajes con algunos de estos ancestrales instrumentos. La noche en Requena resultó mágica e intensa. El talento de los músicos de la Filarmónica, sumado a la energía interpretativa de Cupeiro, cristalizó en un concierto inolvidable: fugaz como un sueño de verano, pero destinado a perdurar en la memoria colectiva, como esas noches que se recuerdan siempre con una sonrisa.
Es justo agradecer la enorme labor realizada por la fundación ciudad de Requena, por la perfecta organización de este concierto: gracias por vuestro trabajo, esfuerzo y dedicación.











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